Pensando en tus labios sueño tus besos tristes apagando mi cielo La luna se hace cargo de cerrar el día y una pequeña estrella me recuerda que aún estoy vivo. Si mi almohada me recuesta, en la conformidad investigaré la perfección en tu mirada. Hoy, la soledad será testigo de mis silenciosas confesiones. Camino a casa, las calles repiten otra melancólica canción de amor. Una historia que construye un final irreal toma forma envuelto en el manto de la ironía. Imaginando, sólo conmigo, incendio con palabras sueltas lo difícil de no poder olvidarte. Sonrío, me quiebro en la verdad.
"Me tendré que acostumbrar a esta oscura soledad", susurra de fondo Ismael Serrano mientras observo desde mi habitación como se derrumban lentamente las esperanzas de volver a pedir permiso para ser feliz. Mi triste reflejo en este vidrio empañado acrecienta el ruido de una calle oscura y marchita. Hoy, la falta de sueños me muestra desarmado, roto, deshecho, como un millón de trocitos de vidrio resquebrajados en el suelo. Una vez más, una sonrisa desdibujada queda a la espera de un alma que la rescate del naufragio; tal vez perdió el brillo para seguir luchando. Mi mundo se desvanece entre escombros, mis sueños ya no bailan al compás de tu mirada. Olvidado, aquel susurro atronador despacio abre mis ojos a este solitario presente. El viento consume parte de mi pecho, me convence de que ya nada vale mis palabras. Perdidas, mis rimas ya no florecen como suspiros en mi boca. Antiguos versos se resguardan tras otro silencio aterrador.
Quizás perdí mi norte y nada cambie. Quizás se destruyeron mis alas. Quizás NO aprendí mi lección.
Donde quiera que estés, te echo de menos, sin saber cómo son bares y amantes en los que dejas ahora cuerpo y alma, y donde sueñas las noches y los besos.
Pero te echo de menos muchas veces. Sin saber qué amor hay entre tus manos, ni quién rompe los besos de tu boca, o quién hace caminos por tu espalda.
No sé si hay quien se aburre a tu costado, ni si hay alguien que espera en un teléfono, o si recibes cartas con poemas o estás, igual que entonces, triste y sola.
Nada sé, vida mía, de tu vida. Nada conozco, amor, de tus amores. Nada sé, dolor mío, de tus lágrimas, mas sé que echo de menos el saberlo.
Donde quiera que estés, dime aunque sea mentira que te acuerdas de mi nombre. Que recuerdas mis labios en tus pechos, y que me echas de menos donde quiera que esté ese corazón que has olvidado.