lunes, 26 de noviembre de 2012

Realismo mágico .

Nunca fuiste tan real. Para mí. Como aquel día que prometiste que todo habría terminado. Como aquella luna que me transporto hacía el vacío del sueño. Como una mancha en mis silencios.

Nunca fuiste tan real. Como esa lágrima que despidió la ventana del colectivo. Como la crisis de otra ola que atravesó un cúmulo de piedras y arena. Solo el riego de una flor de plástico, o un sentimiento de podredumbre.

Desaparece en algún lado el derrotero puñal y se aloja la idea de inactividad y desgano. El cielo brilla como condenado eternamente. Las nubes desorientadas en su rutina cambian de forma, altura, y mueren para volver a nacer. Como veneno se cierran mis venas y pierden la cordura. Flotan las palabras. Pero la gravedad siempre gana.

Arrastra su inocencia y explota la culpa. Vierte como granizo cada partícula de necesidad. Pero nunca fuiste tan real, por eso la gravedad siempre gana.

viernes, 26 de octubre de 2012

Desde el vamos .

Profetizó el muro y lo construyó pieza por pieza. Tomó de la mano a su real compañera y sacudió su hombro con el aire nervioso y temerario que lo caracterizaba.
Fijó la mirada en los verdes ojos que sobre una enorme mueca de felicidad relucían, y hasta parecían más bellos y destellantes que cualquier tiempo pasado; y rascó con suavidad su propia cabeza. Tal vez este acto forzaba a que sus pensamientos se establecieran en ideas. Quizás simplemente añoraba derramar en su aliento todas las palabras que contempló perderse en circunstanciales tempestades.
El extenso instante pasó y nada pareció tener un sentido, aunque todo continuó siendo demasiado real: ella frente a él. Sonriendo. Imperfecta. Llena de fantasías. Realidades. Sueños. Alegría. Tan extraordinaria al silencio de la brisa nocturna. Tan especial bajo un cielo sin estrellas. Tapando cualquier sonido con su respiración. Sorprendida y expectante  pero inmune y disfrutando del olor a estupidez enamorada que aquel hombre desparramaba al aire.
Él, a centímetros de sus labios, vomitando frases sin sentido que buscaron encontrar un rumbo hacia el presente. Descompuesto en largos adjetivos que detallaron un siglo de naufragios y colapsos. Se describió, se apuñaló, y se perdió en vergüenza pero sin la menor intención de continuar hablando de sí mismo. 
Perdido. Nunca tan perdido. Nunca tan estúpido, demente o dicharachero. Nunca tan fascinado y agradecido de hacerse mil preguntas sin respuestas, mil promesas incumplidas e imaginar momentos como ese.
Sostuvo en una mano el contacto con sus interminables dedos, con ella una porción de esperanza y un mundo que no necesitaba explicaciones. En la otra, clamó un puñado de inseguridades que no huirían con facilidad: que tal vez aprenda a callarlos y conservar la calma. Quizás busque enfrentarlos como Teseo a un Minotauro rendido y acorralado, pero siempre bajo el riesgo de quedarse atrapado en un laberinto de incongruencias.
El silencio verborrágico nunca encontró su lugar y tras largos suspiros observó la valentía en sus bolsillos. Rechazó todo manual de conquistas y cayó cansado ante una conjunción de letras antes desconocidas. Apretó ambos puños, atrapando con firmeza una de sus manos, abandonó el amparo del secreto de sus ojos y sintió su cuerpo enflaquecerse al pronunciar con esmero una frase hecha y mal interpretada: "al fin te encontré".
Se dieron lugar a una pausa, a una corriente helada por la espalda, a un par de ojos que se encontraron y la sorpresa de unos labios que determinaron que aquel momento pasaría a ser eterno.

lunes, 1 de octubre de 2012

Se preguntó, como ya lo había hecho muchas veces, si no estaría loco. Quizás un loco era solo una "minoría de uno". Hubo una época en que fue señal de locura creer que la Tierra giraba en torno al sol: ahora, era locura creer que el pasado es inalterable. Quizá fuera él el único que sostenía esa creencia, y, siendo el único, estaba loco. Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado. 

George Orwell, 1984

miércoles, 26 de septiembre de 2012

De pequeños a invertebrados.

La realidad se tornaba compleja, incinerable. El inquebrantable movimiento horizontal parecía no alejarse de su inestable suelo.
Sus zapatos deliraban entre la constante e impaciente vibración y sus ideas furtivas de comparaciones reaccionaban al cuestionarse sus metódicos conceptos de "saber como" o "no haber sabido".
La incuestionable y ofuscada deportación de ideales surgió ante el improvisto de verse dispensable para el cuadrado que acostumbraba. La facilidad de reemplazo, la notoria elaboración de excusas premeditadas para la posible suplantación de enredos por planificaciones de un nuevo modelo.
La meticulosa necesidad de verse envuelto en similitudes obligatorias abrieron un nuevo agujero en su concepción matemática de su futuro a corto plazo y como caída libre acosaría el cambio en su percepción del minuto como rebatimiento de un trecho sinuoso y desesperanzado.
El horizonte se alejaba como un espasmo, y el mareo de tierra acechaba al nuevo concepto digerido y aceptado.
El cambio supo ser tan brusco que trincó la perspectiva del sol cubriendo su indefinido rumbo y a la visión natural de una acumulación de algodón gris en aquella otra nube.
Todo enfureció cuando la silbadora ráfaga golpeó su indecisión de estrenar su nuevo descubrimiento, y sus rodillas cubrieron el pavimento de plegarias a un supuesto negocio sobrenatural que hacía décadas había abandonado.
Con sus dedos entrelazados y su frente rozando el suelo supo que era entonces que sucedería lo esperado.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La certidumbre de existir .

Si
lo he visto todo
todo lo que no existe destruir lo que existe
la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio
el día sangra
unos ojos azules recogen el viento para mirar
y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso
donde los hombres sin memoria
se afanan por perderlo todo

En una calle de apretado silencio transcurre el asombro
todo retrocede hasta un limite inalcanzable para el deseo

pero tu y yo existimos

tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan
y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los
separe
tu y yo existimos


Aldo Pellegrini

miércoles, 15 de agosto de 2012

miércoles, 25 de julio de 2012

Gluc!

Después de 35 años sin vernos y de minutos sin reconocernos logró sacarme una sonrisa con un simple movimiento de mano sobre aquel antiguo muro lleno de recuerdos y un deshauceado espasmo de aire cubierto por la frase "Pica Miguel". 


Todo había quedado detrás excepto eso, un juego de niños.

lunes, 9 de julio de 2012

Acción de ser.

Imaginarse una situación de espanto en momentos críticos de tu vida sería como lanzarse al abismo de las oportunidades negadas y del silencio vengativo. Forzar al ras de lo demente el sentimiento de desconfianza que otro ser humano aterrador sentencia. Creer en el vacío de cada ruido que emerge de entre sus dientes ya no es parte de los razonamientos cotidianos.


Situados en acciones contradictorias entretener la sin razón en la esquiva de puñales  y dardos que buscan quemar tu demencia. La senil posibilidad de hallar entre bosques y barro el desahuciado motivo de verse parte de esto o aquello.


En la inoportuna batalla, un desconsiderado aburrimiento, el momento de verse rendido al ademán de la fluidez verbal que resurge entre telarañas en la oscuridad de la mente. Se aferra desesperado, apretando los párpados, a una idea socialmente aceptada del blanco por sobre la nada misma. Nada funciona. Su inhóspita sobrecarga de desinformación lo acecha como olas en un volcán de furia. No se encuentra solo, ni desnudo. Tampoco se ven enfrentando a un diablo feroz cubierto por un manto rojo.


Miles de ojos atraviesan sus recuerdos con punzantes y devastadoras armas de destrucción. El doble de zapatos golpean un suelo que vibra con otro racimo de viento intoxicado de ruido permanente. Un ruido que no significa nada, pero se acerca para dejar su huella intrépida y absorta en el inconsciente.

lunes, 2 de julio de 2012

Al pie del aire.

La imagen del pie que siente el baile estrepitoso de la marea. Una situación similar a la de un niño en una hamaca aunque no empeora en su verticalidad. Fluctúa el aire en las olas que se manifiestan de forma ordenada, dinámica, rutinaria, y se deja corromper con la misma facilidad con la que se construye. El pequeño movimiento horizontal también deja claro que la fuerza puede más, que no es solo un pie que se deja llevar.

El ritmo del vaivén de aquel líquido con poco de río y nada de sal transparenta la idea de percepción que las endorfinas distribuyen a cada dedo. La potencia del sostén queda entera en el talón que solo logra aferrarse al vacío de sentir pero no flotar. Cada pequeño punto, cada extremo percibe la cálida brisa que le quita protección pero le advierte que aún habrá más batalla.

Muy por encima, una mancha blanca decora toda la estructura y colorea una pisada agotada; el tiempo dejó sus marcas invisibles. La acción continúa y el pie solo sube para volver a caer.

martes, 29 de mayo de 2012

Síndrome

Los viajes diarios convierten a Buenos Aires en una ciudad completamente loca.

Día por medio se dan sucesos que hacen que minutos perdidos en el tren, colectivo, subte transformen la rutina en una sátira de la vida cotidiana. Ancianas que entran mufando e insultando a un chofer que les frena a diez metros de la parada; un madrugador dormido abre la boca con demencia y deja fluir un valiente hilito de baba que se cuela hasta el cuello de la campera; un colectivero que sonríe y da los buenos días. Un niño que avergüenza a sus progenitores y despierta en llanto los comentarios de reprobación de la misma anciana que mufa: "a ese chico deberían ponerle límites", regaña entre dientes. Momentos con aquellos despiertan una sonrisa al eterno desolante trayecto hasta lo conocido.

Hace no mucho tiempo descubrí en los 45 minutos de hora pico Olivos - Retiro que acarreo con un defecto por demás interesante: la curiosidad; el chusmerío cuasi salvaje. Lejos de esa curiosidad a la que los canales de aire nos tienen acostumbrados. Años luz de la verborragia en pantuflas de la vecina que barre la vereda.

¡No!, hablo de la curiosidad seria (no es que las otras no sean serias, seguro lo son, pero no me detendré en detalles), el síndrome de interés por la intimidad al combate del chusmerío de barrio, de si el vecino elige una zanahoria y la más grandes y se la lleva sin envolver; o si el sodero reposa el camión horas en la puerta de rejas verdes mientras el hombre de la casa sale a trabajar.

Se trata de algo diferente, algún especie de virus que me atemoriza solo dentro de los transportes públicos; la necesidad de revolver vidas íntimas que poco me importan y mucho menos me divierten. Tal vez, solo me entretienen.

Como el otro día, frente al celular de una muchacha que preocupada tecleaba sin sentido en el colectivo. Notar que ante la ausencia de páginas impresas disfruta narrando delante de mis narices términos como "desición" o "hiba". Sin siquiera tener ni un pequeño interés en aquello frente a mis ojos, al no tratarse de un libro, un diario, un apunte universitario coloreado de verde, sentir despertar en mi cuerpo la peor de las iras "hulkeanas". Ver mis brazos cambiar de color sin siquiera mover un músculo, palpar entre mis cejas el profundo deseo de gritarle con violencia de cavernícola que aquello está mal. Que nunca las convenciones de gramática permitirían tan desparrame de ignorancia humana. Que nunca podría respetar una persona con tanta falta de criterio humano no animal.

Pero ante un grito que se ahoga en mi garganta, analizar con detenimiento y comprender que cada uno de nosotros nos equivocamos. Menos yo. Salvo cuando estoy despierto.

viernes, 20 de abril de 2012

Recorrido .


Qué valor tiene esa gran ventana del colectivo. Ese enorme vidrio no espejado que le permite evitar la mirada de los extraños a su alrededor. Perderse en la eternidad de las calles con la velocidad suficiente para no focalizar ningún punto preciso. Evitar imaginarse sucesos estáticos que puedan variar sus intenciones de no llegar tarde.

A la carrera del conductor, en este momento el responsable de todo lo que él es, poco sostiene su idea. Poco más que un árbol, una casa, un automóvil, otro auto, otra casa, otro árbol. Todo parece moverse de manera estipulado en sus rutinarias predicciones.
Mucho entiende él de la incertidumbre de próximos sucesos. Esa inestabilidad que permite que algún pequeño hecho modifique aquello que llevaba horas construyendo.

El preciso momento de desequilibrio temporal llega. Un semáforo, nada menos, sentencia ese instante. Su mente abandona el claro de absurdas imágenes y sus ojos clavados en aquel ser humano parado en la esquina le recuerda que ahí podría estar él. Tal vez solo, tal vez a la derecha de su sombra, tal vez con algún libro en su mano izquierda. Tensa su mirada a través de ese vidrio que alguna vez supo ser huida, abismo en lo sensorial, refugio.

No ha logrado dejar de observar a ese individuo. Común, tal vez triste o tal vez alegre, pero serio. Pensativo. Constante. El movimiento del brazo derecho indica que se dispone a avanzar, sus piernas lo seguirán. Sin embargo desde el colectivo, de pies estáticas, alguien se permite contemplar la escena sin parpadear. Los pasos en la vereda acaban a centímetros del cordón. Su cuello gira sobre sus hombros para evitar sorpresas y traga aire y saliva.

La idea de impaciencia toma consistencia entre tanto paso perdido. Puede ocurrir lo peor; tal vez ocurra; tal vez ya ocurrió. Porque sus ojos bien saben que los accidentes son comunes. La sola idea del abandono construye un muro de posibilidades. Él, bien sabe que cualquiera puede distraerse con facilidad. Cualquiera puede tener intenciones de no llegar tarde.
Idas y vueltas sin retorno, y lo tan temido va a suceder. El semáforo se distingue iluminado. Pasea por tonos amarillos y se forma como una gran esfera verde. El colectivero, responsable de todo aquello que él es, acelera con agilidad la gran máquina. Se impone con paciencia en esa peligrosa esquina.

El hombre, alertado por el rugir de tal monstruosa carrocería se congela de piernas y uñas. Su cielo se nubla y el rugir de artefacto desata una impalpable idea: un árbol, una casa, un automóvil, otro auto, otra casa, otro árbol.
El hombre emprende su caminata alejando el claro con un colectivo que pasa a metros sobre la calle.

Frente a un gran vidrio no espejado, tal vez, con los ojos aún clavados, lo siente perderse. Lejos en la esquina. Se revolverán sus tripas y sus pestañas quizás por ya nunca más volver a ver esa imagen. Ya nunca más estar ahí, en esa esquina, estático, pensando en vaya a saber qué.

lunes, 9 de abril de 2012

Ataque de Pánico .

Pensó antes de contestar. Sonaba tan ilógico para ese tiempo. Aflojar el momento de ira, permitir la apertura de un cielo claro frente a grisáceas nubes que cegaban sus ojos y aceleraba su lengua. De modo que solo eso hizo nada más, pensó. Ocultó las desafiantes e hirientes palabras que su boca necesitaba escupir, cerró la puerta con fuerza (haciendo temblar más de un portarretrato con fotos en donde él no aparecía) y partió sin rumbo.

A paso lento y frío atravesó calles y avenidas. La distancia y el tiempo ya no serían un problema. Raro en esta ciudad. Esta vez había otras cuestiones pendientes.
Recorrió palabra por palabra la conversación. Se detuvo en cada gesto, en cada semáforo y en cada mirada. Al comienzo su mente perturbada formuló una posible respuesta; desatinada, agresiva, inadecuada.


Con el paso de canciones y sentimientos, tal vez, temerarios, optó por tragarse en saliva la rabia y disfrutar sin más de la tranquilidad que el barrio le preveía. Sabía, muy en el fondo de su ser, que no quería estar allí, recorriendo esas manzanas llenas de memoria e historias. Pero una gran sonrisa se le escapó al pronunciar la frase “podría ser peor” en voz casi alta para sí mismo.


El camino de regreso fue completamente distinto. A duras penas distinguía el paisaje. Mucho menos los nombres en las esquinas. Poco importaba todo eso

.
Una vez en la puerta, entre nervios e incertidumbre, y una especie de mareo que lo hacía dudar de la realidad, tomó un poco menos del coraje necesario y toco con ligereza el timbre. Al escuchar la voz suave de esa mujer que parecía estar esperándolo, dudó de estar haciendo lo correcto, no quería cometer el error de minutos atrás, no debía haber vuelto. Echó a temblar, el miedo había tomado su lengua y hasta sus párpados. Soltó un aire de nostalgia y con valentía arremetió: “Ya sé que tienes tu vida hecha. Casi hasta sin mí. No… de seguro sin mí. También conozco a tu esposo. Es una persona maravillosa y te quiere mucho. Poco entiendo de nuestra amistad condicional pero… (Consideró aquel al segundo más largo de su vida) Yo te amo, Silvia, no puedo seguir con esta farsa”.


No atinó a pensar en nada más, siquiera levantar la cabeza y encontrarse con sus dos hermosos ojos. Solo sabía que era el momento de retirarse rendido y desesperanzado. Inmediatamente se dio media vuelta y comenzó la huida. Despacio, estaba todo dicho. La tormenta, esta vez, venía desde otro puerto, desde detrás de sus ojos.

La mujer a su espalda quebró en llanto. Parecía sincero y repleto de dolor. Pero no corrió en su búsqueda, solo cerró la puerta con suavidad y lo dejó marcharse.

jueves, 22 de marzo de 2012

Justicia publicitaria .

Término abstracto, justicia.
Ensordecedor gesto en determinar el bien y el mal
Función de sentidos en aprehender la estrategia ante la quietud social
Acrecentar la memoria para evitar aquello que hemos de llamar injusto.
Privar libertades, confiar en herramientas de control.
Sentir voces políticas, religiosas, educativas.
Misma restricción de sueños, de mañanas muertas y noches de luces encuadradas.
Repetidas palabras para asimilar nuestro deber en este mundo: Todos vinimos a consumir.
Esclavos de un calvario espacio publicitario. Presos del ruido.
Anuncios que nos recuerdan que aún somos felices.
Denigrados en la tentación de crear desgarradoras pesadillas, metas con fines de lucro.
Las urnas rebalsan de desconfianza y el cambio de foco nunca llega a ser el lugar común.
El paso del tiempo enseña, sin tanta estadística, que para hablar de justicia hay que abandonar primero el egoísmo.

martes, 6 de marzo de 2012

Maniobras confusas .

Disgusto en la batalla por formar parte de un abismo de realidades.
Ser, al no buscar ser.
Inhumanas acciones en lejanía a cargo de razones para no querer hacerse escuchar.
Cordones flojos atorados en algunas maderas faltantes.
Clavos sueltos que simulan planes.
Historias que rechazan ese instinto de supervivencia social.
Agrupaciones deshilachadas; maniobras confusas.
Innecesarios movimientos verticales que cortan gestos de desencanto.
Estar allí no es la manera.
Un retorno inesperado a lo extraño entendido, a lo irracional explicable.
Resguardarse bajo el techo de lo desconocido.
Apreciar con precisión lo misterioso de las palabras ocultas.
Coleccionar puntos en un pizarrón.
Sentarse en el fino trazo de la aguja, dentro y fuera del control estipulado.
Evitar, como funcionamiento básico, perderse en lapsos de deterioro, en desestabilidades ajenas, en fechas de vencimiento.
Inmolar lo no correspondido. Pagar los silencios sinuosos.
Concluir, opacado, en la fría paciencia de entender que caminar sin sombra también tiene su encanto.
I won't be the last
I won't be the first
Find a way to where the sky meets the earth
It's all right and all wrong
For me it begins at the end of the road
We come and go...


martes, 28 de febrero de 2012

De Viaje .

Al encuentro de personas sin nombre que recorren la profundidad de los bosques.
Al apogeo de solo una brisa mañanera piden a gritos el auxilio de la naturaleza.
Los pies rosando el río calmo, ojos perdidos en un lejano horizonte y un abrazo de paz para reconfortarse con el mundo.
Desde un sueño de batalla frente a la cotidiano. De cansadoras guerras contra el silencio interior.
Caminantes que añoran ayuda. De humildes sin libertad, de soberbios sin experiencia, de confiados sin miedo.
Pasos eternos y mochilas cansadas que marcan un suelo de tierras en vuelo.
Piernas desorientadas, movimientos satisfechos.
Espejos sin fondo que dan lugar a un eterno cielo.
Pequeños detalles de algún extremo de este pañuelo. Sobre caminado sendero de esperanzados en busca de sonrisas inmaculadas.
Soles de un loco en ropas sucias que en su aliento desprende cielo y un reflejo de luna.

La noche/1

No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.

El Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano

lunes, 9 de enero de 2012

Te espero .

Dibujando esperanzas de hierro frente a tus ojos tristes
Planeando al verte, tal vez, huir contigo.
Raptarte.
Quizás, llevarte a algún lugar inhóspito.
Mezclando sentimientos impuros con burbujas de cervezas encuentro recuerdos de besos que te he robado.
Quién dice, solo condimento de borrachera o flores marchitas.
Te espero, perfumado, en esa esquina, otra esquina.
Saboreo tus dulces labios que bien han pronunciado esa palabra cargada de desgracia y desamores.
"Amigos".
Sinceridad y confianza.
Amigos, que temen escupir lágrimas de tinta; verdades impronunciables: ¿recuerdas aquella noche? desee que fuera eterna.
Sin más, te espero, creyendo que algún espejismo cambiará mi suerte.
Resisto, hurgo en lo más oscuro, imagino las palabras adecuadas.
Esperanzas de hierro, creer que la luna destruirá el hechizo.
Caer en batalla, pero lanzar al vacío todas mis soledades.
"En esta vida se perdona todo menos decir la verdad"

El Prisionero del Cielo, Carlos Ruiz Zafón