La imagen del pie
que siente el baile estrepitoso de la marea. Una situación similar a la de un niño en
una hamaca aunque no empeora en su verticalidad. Fluctúa el aire en las olas
que se manifiestan de forma ordenada, dinámica, rutinaria, y se deja corromper
con la misma facilidad con la que se construye. El pequeño movimiento
horizontal también deja claro que la fuerza puede más, que no es solo un pie
que se deja llevar.
El ritmo del vaivén de aquel líquido con poco de río y nada de sal transparenta la idea de percepción que las endorfinas distribuyen a cada dedo. La potencia del sostén queda entera en el talón que solo logra aferrarse al vacío de sentir pero no flotar. Cada pequeño punto, cada extremo percibe la cálida brisa que le quita protección pero le advierte que aún habrá más batalla.
Muy por encima, una mancha blanca decora toda la estructura y colorea una pisada agotada; el tiempo dejó sus marcas invisibles. La acción continúa y el pie solo sube para volver a caer.
El ritmo del vaivén de aquel líquido con poco de río y nada de sal transparenta la idea de percepción que las endorfinas distribuyen a cada dedo. La potencia del sostén queda entera en el talón que solo logra aferrarse al vacío de sentir pero no flotar. Cada pequeño punto, cada extremo percibe la cálida brisa que le quita protección pero le advierte que aún habrá más batalla.
Muy por encima, una mancha blanca decora toda la estructura y colorea una pisada agotada; el tiempo dejó sus marcas invisibles. La acción continúa y el pie solo sube para volver a caer.
Me diste muchas ganas de meter los pies en agua
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