lunes, 2 de diciembre de 2013

"Tuve yo la culpa, lloraba, y era verdad, no se podía negar. Pero también es cierto, si eso le sirve de consuelo, que si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias; nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente; primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego la imaginables; no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo para congratularnos o para pedir perdón. Hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla. Lo será, pero este hombre está muerto y hay que enterrarlo."
Ensayo sobre la Ceguera, José Saramago

jueves, 7 de noviembre de 2013

Inconcluso

Soy todo aquello que dijiste y arrastro la culpa de lo que nunca pude ser. Me encuentro inconsciente imaginando lo que podría haber sido si no hubiera atravesado tu huracán de dudas.
Sube la noche, como el tiempo inquieto, y descubro que todo continúa igual para mí: ya no habrá nada que hacer con esta ráfaga de sentimientos irracionales.
Los planes de encuentros furtivos se desvanecen en un trance de frases inconexas y vocabulario desorientado.
El estruendoso reloj me recuerda que no hay momento para forjar un intercambio de discursos. Queda a la deriva la falsa conformidad, y se abre en el limbo mi espacio fuera de órbita.
Inhalo cobardía para dejar de pensarte y resuenan estrofas purificadas en caminatas eternas y vacíos pasos fóbicos de eternidad.
Reafirmando mis silencios de anfibio y la más desesperada asfixia descansaré en la visión de un extraño marginado.
Los relatos en tornasol aún se abstienen de darle sitio a tu silueta descolorida. Las nubes hermosas me preguntan cuánto tardará en estabilizarse esta ironía. La espera se desvanece, flota en su sitio y resurge, como la idea de infinito, como ese instante en que fluirás lejos de mi aura.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Palabras que alejan

Todo cambió. Todo se oscureció cuando afronté el sismo que susurraban tus palabras, ese deseo ferviente de salir a buscar sensaciones elocuentes, inexplicables. Entonces supe que no podría ser el silencio que buscabas.
Juré que podría masticar lo inexplicable por horas. Que podría superar las barreras del desentendimiento con tan solo cruzar ese infinito paisaje sonoro. Entendí esa tarde que sobre todo lo razonado habría de negociar la eternidad del desenlace que cayó al derramar esas oraciones. Me era imprescindible no justificar otro presente. No odiarme por saberme tan lejos y con tantas agujeros en mi espejo. Esperarte sería como rozar la experiencia del suicidio de integridad.
Supuse que todo aquello podría haber sido una invención de mi mente. El sentido del universo encontraba la sintonía cultivando aquella idea absurda de tenerte cerca y no poder mirarte. No entender los momentos, imaginar ocasiones, arruinar los vuelos de esta impasible oportunidad. 
Una extraña fuerza recorrió mi garganta mientras analizaba las palabras que cruzaban los surcos de mi mente. ¿Y si por primera vez las cosas comenzaría a funcionar? Pero también estaba esa otra posibilidad, ese otro retruque de razonamiento, ese verse rogando por un sentimiento incandescente, esa arquitectura de soledades que desenterraba más insatisfacción: morir en vida sería más simple que intentar persuadirte de ese quiebre.
Me desestructuraba, me conformaba, me preguntaba por el engaño que ahí se llevaba a cabo. Insistía en que existía alguna razón por la que ese inconexo procedimiento trascendía. Me desorientaban mis dolores físicos y las horas comenzaban a quemar mis retinas. Recurrí desencajado a la solución más desesperada. Cerré mis ojos, pero fue peor, estabas cada vez más cerca.
El proceso semanas más tarde continuaba empeorando. Ya no solo me contentaba con evitar mirarte, ahora me dolía hacerlo. Una confusa sensación de desgano y desgarro, supieron golpear mi dubitativo pecho. Como anticipo al huracán, mis supuestos volaban y despejaban mis rebuscadas ideas. Sospeché, al fin, que tendría la pieza de la derrota en mis manos. En un parpadeo encontré nuevas dudas, la negatividad relucía en los labios de ese maravilloso ser que imperfecto se rodeaba de un aurea de simpatías.
La deriva había dejado de ser el mayor problema, ahora el inconveniente eran mis ansias de que todo aquello cambie. Rozaba esa palpable posibilidad que tendría que haber aprendido a abandonar.
Analicé, en desahucias, el riesgo de naufragio. Repasé los incidentes, las palabras, hasta construí un muro de gestos ambiguos y anécdotas de distracción. Algo, nada más, quedó claro en esa escena de desencuentro y era que la urgencia me había amarrado los pasos hacia el frialdad del infinito.

jueves, 6 de junio de 2013

"El existencialista suele declarar que el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad" 


El Existencialismo es un Humanismo, Jean-Paul Sartre

miércoles, 29 de mayo de 2013

Pasaje en reposo

Sentado en su sitio, como todas aquellas largas tardes de primavera, pensando en cuestiones que no hacen más que hacerlo sentir por demás desorientado, raro, inútil. Difícil simpatizar cuando se pasa gran parte del día frente a aquel monótono computador, ajeno a todo aquello que “debe” hacer, lejos de aquello que él desea. Inconsciente o tal vez conscientemente  aunque ajeno, solo porque por formar parte de aquella realidad que no elige pero le sienta cómodo y lo obliga a mantener ocupado su mente para no caer en todas aquellos otras realidades posibles (o imposibles, según marche la jornada).
Perdido siente el rumbo de los minutos que ceden al desamparo de su mirada. Perdido también cuenta las horas, los días, los años que faltan para que todo ello cambie; temerario de enfrentar ese otro sentimiento inoportuno de incansable desgano, intranquila desolación, aburrida tristeza. El mate otro fiel compañero, la yerba que de tanto en tanto necesita una renovación (como el espíritu, piensa entre suspiro y cebada), la radio encendida con voces que no buscan entenderlo, y algunos compañeros que aunque intenten, siguen y seguirán siendo muy diferente a él.
Soñador, con ansias de sabiduría, inexperto con las mujeres, torpe al orar entre amigos, sin duda un espécimen de los millones que rondan el esférico. Por mucho que intente sentirse especial sabe que, por cuanto tantos han intentado, son pocos los que han triunfado. De buena o mala manera, rememora a aquella gente que aparece en la televisión acusando extraños de inoperantes con fundamentes nulos y caen en el abismo ante la falta absoluta de ideas y a aquellos que por el sólo hecho de figurar caen en lo más burdo de su ser y se desnuda frente a morbosos espectadores que se alegrarán ante sus lagrimales y buscaran satisfacer su cuota mensual de “al menos no me pasa lo que a este” (siempre despectivamente, claro está). Y ni hablar de los políticos, esa jauría que admira pero no llega a entender; esa psicodelia de hombres excusados en un cambio por aquello que dicen creer y solo continúan la lucha por acrecentar su poder, dejando a un lado razones, sentimientos, pasiones mismas por llegar a ser algo antes de viejos. Escoltados bajo un tren de dinero, solo ven estaciones repletas de carroña, de intereses y personas aún más temibles que el peor villano de Hollywood. 
Acostumbrado, admira en si esa facilidad que tiene para irse por las ramas, tanto como la simplicidad que tiene para, oculto bajo una especie de falsa humildad, amar de si más de lo que odia y no entender cómo pocos lo hacen.
Incómodo advierte que es repudiado, compadecido o querido por grandes cantidades. No es fácil ser una buena persona estos días: callar para no continuar con una discusión absurda, pedir perdón cuando crees que aún estás correcto, sentir tristeza por esa gente a tu lado que no goza de lo misma que uno, no diferenciar a las personas por su aura materialista (un tema que busca la guerra en repetidas ocasiones).
Cansado de pequeños fracasos que su mente opta por amplificador al punto de ser aterradores como la muerte o el hambre, o disminuir y ceder ante un paso ínfimo. Son esas primeras ocasiones en las que ve una mancha negra que recorre su cuello lentamente implantándole desgarradoras ganas de no sentir más, desciende por su espalda hasta sus extremidades impidiendo su movimiento y allí reposa, horas y horas, acechando a cualquier ser que atraviese su rumbo, acosando a sus propias convicciones, atacando cada duda en su interior, cada inútil esfuerzo, cada síndrome de macabra soledad, cada palabra.
A medida que las horas pasan entiende a la sociedad de manera diferente, por ahora es el turno de la comparación con una hamaca. Considera que la misma fuerza  con la que uno lo logra ascender, en algún aspecto, es la misma con la que caerá nuevamente. Que el ciclo perfecto es absurdo y pernicioso, el mismo envión que logra llevarte hacia la cima toma tus piernas de manera despiadada y arroja tu cuerpo otra vez hacia abajo para volver a subir. Son muchos los que, a lo largo de la vida logran mantener esa fuerza y  superar la altura alcanzada pasada  la caída anterior. Sabe que son otros que apenas si pueden mantener la hamaca en movimiento, y ve que son pocos los que esperan el gran envión para saltar de aquella carcelaria hamaca hacia un destino incierto, lejos de mucho a lo que se han acostumbrado, y cerca de un porvenir que puede resultar el peor Jaque Mate de sus vidas.
Se burla de los libros de auto ayuda y de los psicólogos, aunque no deja de fraternizarse con cualquier simple melodía que cruce sus oídos. La analiza, la siente, vibra, la vierte en un sinfín de posibilidades hasta encontrarle su punto más delicado. Imagina los motivos del artista, las compara con sus experiencias de vida, sus fantasías y decadencias. Motiva miles de imágenes mentales de amigos, fronteras, posibilidades. Experimenta lo profundo del silencio y lo magnífico de cada instrumento. Prácticamente, la música es lo que le permite sobrellevar la rutina maliciosa en la que solo se ha metido y ha quedado atrapado. Añora ese momento de paz en que, entre sonidos disfruta un hermoso gran sol, algunas nubes y un mundo redondo que continúa girando: con o sin él, pero continua girando.
Al hablar de la vertiente de pensamientos, recae sobre su espalda el valor que posee cada pregunta que realiza. La escupe ante ajenos que en ocasiones se aburren de escuchar su voz cubierta de otra duda (probablemente obvia o probablemente no). Se enfrenta a la posibilidad de recibir una respuesta emocionante que le otorgue dulzura a un día que quizás no tenga mucho más para enseñarle. De esa manera, cree que al haber aprendido una palabra, una frase o una idea que, puede hasta no considerarla correcta, pero la siente suya: parte de lo que no piensa pero entiende. Entiende por analítico, entiende por rebuscado, entiende por haber intentado escuchar, entiende porque le permitirá seguir pensando por muchas más horas allí, sentado en su sitio.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Amor a la sabiduría

Tú lograste encontrar la sintonía y reacomodar tus prioridades. Al Atravesar los peldaños de la incontinencia desterraste remordimientos.
Ese extraño ser que revienta contra su inestable imaginación supo desparramar tus palabras entre la almohada aún caliente. Esa inoportuna idea surgida frente a ráfagas de inspiración perdió todo su valor al contacto con tus labios y murió avergonzada al nunca haber sido.
Confundido, mi antigua alma (mis ideas, no mi dudoso espíritu) aprendió a valorar el reflejo de aquel misterioso ente que, ante el solo hecho de existir, ya formó parte de este apagado mundo de conceptos. En resonancia, además, reconoció a esa silueta destellante flotando en un manso río, la misma que barrió el polvo de tu rastro invaluable; y notó, en pleno proceso de unión de moléculas, que a pesar del constate cambió, él era yo.
Un "yo" de aquel entonces que por lejos no es el "yo" de ahora, que tampoco será el mismo que supo escribir las palabras que nunca leerás.
Esto que soy, el que desdeña dolorido la fragancia de tus dedos y continúa en la lucha por abandonar la joroba de tus confusos valores.
La unión propuesta, como la suelta amarra que te ataba a mis conocimientos, como el nihilismo de un dios agonizante, perdió su rumbo al encontrar imposible abrazar tu cuerpo de igual manera. Tal y como lo había hecho segundos atrás.
Por eso es que en el mismo papel que convertiré en cenizas divulgaré mis ambiguas palabras y transformaré para siempre los retazos de desencuentro que alguna vez luche por enseñarte. Injustificada serán esas contradicciones, tal vez, pero, privado de mi libertad mental, he perdido los verdaderos razonamientos. Buscarán las razones para convertirme en loco, castigarán mi sangre entre grandes barrotes, pero nunca encontraran estas confesiones y mucho menos lograran envenenar esto que flota en mi mente.

martes, 7 de mayo de 2013

De dudas y ensueños

Mancharé mis miedos con el goteo de las siguientes palabras que arrastraran en desacuerdo una docena de imposibilidades. En cada obsesiva frase resurgirán tus ideales para acrecentar las dificultades que me trae recordarte. He aprendido a morir bajo tus tonos deshilachados, y sobre tus sábanas aún estiradas. También conservé tus desvanes y tus inconcordancias. Una flamante noche, mientras se opaca la última estrella, determinaré las pausas que faltan para volver a enfrentarte. Esta vez, estará todo planeado como desde el primer día. Nada podría quedar librado para escupir las más intrépidas dolencias. Si bien, más de un fracaso se acumula en un baúl de olvidos, una leve sonrisa de un reflejo desconocido me confía que la melodía suena diferente. Risas de fantasmas se adhieren al sentimiento de negación y de entre miles de cerrojos que labios supieron guarecerse. Supe suspirar la eternidad de la noche, pero abracé alocados días de construcción de mentiras. Si el sol, cauteloso, aprendió a cubrir de rayas una descalza mirada; si el tinte de paredes descascaradas se cubrió del velo de una frase de esperanza; yo, ocultando una sonrisa develadora, llegaré a amanecer entre tus brazos.

lunes, 6 de mayo de 2013

Maldigo la poesía concebida como un lujo 
cultural por los neutrales 
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. 
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya

miércoles, 24 de abril de 2013

Después de todo he comprendido que el reto más complejo y rebuscado es escribir directamente sobre uno mismo

domingo, 14 de abril de 2013

"El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero un junco que piensa. No es necesario que el universo entero se arme para aplastarle. Un vapor, una gota de agua, son bastante para hacerlos perecer. Pero, aun cuando el Universo le aplastara, el hombre sería más noble que lo que le mata, porque él sabe que muere. Y la ventaja que el Universo tiene sobre él, el Universo no la conoce." 

 Blaise Pascal (1623 - 1662)

jueves, 4 de abril de 2013

De viaje 2

Si el lugar deseado y las personas correctas se uniesen en un espejismo de cielo y ramas, la real percepción de la vida cruzaría como el aire por el surco vacío del propio ser humano.
Los cimientos de revelación de un macabro circo temblarían en el desvelo de la inusual orgía de sensaciones.
A veces con palabras, a veces muertas como fruta seca.
El amor, pasajero empedernido en la racionalización de ideas, se acerque a cubrir de musgo algunas libertades y de ensueño a otras mentes cobardes.
Cobrarán vida las rocas en los agujeros del entretenimiento dulce, se olerán los misterios de la empatía y el nadar de atareados peces licenciados del silencio.
No serán, pues, las gotas las que sientan la insegura fortaleza de sus suspiros. Ni mucho menos las compañías.
El vuelo de historias colectivas derretirá las fundidas brazas y atraparán las delicias de la eternidad. Y así, sin más, forjando pintadas en los recuerdos se distribuirá la experiencia. Esa de necesitar el lugar indicado y las personas correctas.

viernes, 1 de marzo de 2013

Irracional

Explotó para volver a sentir parte de la percepción de causa y efecto. Soltó al cinismo la piel descascarada de su pasado irrisorio. Sigiloso, vengativo, con sed de quiebre, salpicó con constancia la firmeza de la enorme piedra que relucía verde bajo un acantilado de estrellas. Enjuagó sus manos manchadas de culpa, y acariciando el suave charco espantó de la superficie la felicidad espontánea. Tembló en la intemperie, como hacía tiempo no lo hacía, y perdió su mirada en el suave bosque a espaldas del furioso acantilado. Vibrando al viento, acalambrado de músculos, hirviendo de fiebre artificial, cerró sus ojos con violencia a la oscuridad del silencio. Sus hombros cargaron la euforia de una pesada noche y parecía que todo su cuerpo habría de desquebrajarse. Su mente ya había fracasado.
Relleno de espanto, tieso, contrajo sus dedos y pellizco sus palmas en la batalla contra las mil imágenes de una reciente batalla. Golpes del inconsciente, desesperado instinto de idiosincrasia machista, inmaculada sensación de superioridad física y amedrentada tragedia. Los revuelos de aquel monstruo agujerearon sus recuerdos y logró acompañar sus rodillas hasta lo efímero de un suelo viscoso y húmedo. Un agresivo espasmo lo invitó a levantarse, y tras un giro sintió el corte en las ataduras de pies y manos. Vivió en carne propia la distancia del miedo y el recuerdo de alguna profunda verdad. Desapareció en la aguerrida noche estrellada hasta lo absurdo del abismo, para abrir sus manos a la profundidad del mar. Se recubrió de cenizas de soledad de aquello que había sabido construir entre su miseria y su deserción social.
Descubrió, tras su endemoniada sonrisa, que había destruido su inocencia. Había viajado al espacioso sentimiento de libertad. Había vencido a su propia ilusión y abandonado su blanco cubículo. Había caído estrepitosamente al infinito de aguas y piedras.
Se cubrió en desprecio, abandonó su traje blanco y se deshizo en la noche estrellada. Habíase librado de su cuerda inconstancia y por única vez, encontrado la salvación sin ella.

martes, 5 de febrero de 2013

De paso por los años

- ¡Cobardes! - gritó el viejo mientras observaba a un grupo de niños perderse en la esquina y cerraba la puerta de calle. Ya se había acostumbrado al divertimento del ring-raje, y disfrutaba casi de igual manera que aquellos chiquitos. "Cobardes", gritaba cada vez que esto sucedía, y ya, después de tantos años, había olvidado el significado mismo de esa palabra. Al menos el real formalismo que alguna vez en su larga vida había sabido darle.
La risa del jovial chascarrillo desapareció y la sonrisa de pocos amigos había vuelto a adueñarse del gesto triste debajo de la maraña de pelo blanco y enredado. No resignó tiempo a identificar nuevamente a cada uno de los pequeños que solían disfrutar viéndolo asomarse amargado en su antigua bata color beige y sus chancletas de algodón haciendo juego: hijos de antiguos jóvenes del barrio que bien han sabido ser amigos de su propio hijo.
Al pensar eso, su mente hizo una pausa (Pasados los 80 años su mente le había regalado una nueva gracia, la de hacer una pausa. Era como si por un segundo quedase titilando como el botón de encendido del televisor y luego pusiese en marcha un trocito del inconsciente para recordarle sucesos aún activos).
¿Qué será de la vida de mi hijo?, se atolondró mientras atravesaba el oscuro living y evadía los pies de los sillones colocados estratégicamente para no reavivar su torpeza. Supongo que debe estar ocupado trabajando, porque hace días que no llama. Otra pausa mental. Cuando su primogénito lo llamase disfrutaría haciendo una pequeña escena abandónica (a pesar de que solo dos días había pasado desde su última comunicación), que terminaría en un pequeño suspiro cariñoso y en una invitación a cenar con los nietos.
"Ya es un tipo importante, mi'hijo, ¿ve? Ya no necesita consejos. Es muy independiente" Repetía con un orgullo hiriente el sábado por la tarde en el club de jubilados mientras estas punzantes palabras lo retrotraían a la absurda pero intrépida ilusión de ya no sentirse útil para su familia.
Terminada la travesía a través del living que hacía algún tiempo había dejado de ser "salón de estar" y convertido en un invaluable museo; utilizando el marco de la puerta como fornido sostén, se impulsó hacia la cocina. Ese pequeño cubículo de pocos metros donde pasaba gran parte de sus días compenetrado en lo que la colorida pantalla tenía para ofrecerle. Con el volumen fuerte que retumbaba a través de la heladera, cruzando la mesa que atravesaba el salón, golpeando el mueblecito donde reposaban vasos, cubiertos y encima un anticuado microondas, y finalizaba en el horno y la pileta de lavar los platos que siempre tenía algo esperando a ser enjuagados. ¿Quién me va a venir a decir ahora que no debo arrastrar los pies?, ¿Quién me va a obligar a lavar los trastos sucios?, pensaba casi en voz alta.
Se dejó caer en la silla que ya no enfrentaba la mesa, sino al 22 pulgadas; escupió un clásico "uff, la pucha", que explota en significados pasados pero caducaba de ideas presentes, y entrelazó entre sus dedos su arma secreta: el control remoto.
Su mandíbula separada permitía el ingreso de aire más fácil a sus oxidados pulmones y relajaba esa necesidad de no pensar mientras disfrutaba un partido de dos equipos que todavía no había reconocido. Con nombres como Lozano, Hernández, Ramos, el equipo de camiseta blanca acababa de convertir un gol después de muchos rebotas y zambullidas en el área, y el locutor destacaba la burrada del arquero mientras se enfocaba en primer plano la cara de derrota de los jugadores de camiseta azul y bordó, y una espalda que relucía un gran once y el nombre Rubén García. Al parecer en apenas 15 minutos  habían pasado a perder por uno y estaban en problemas.
El reloj marcaba las 5 de la tarde, y el locutor se relamía mientras aclaraba que "con éste resultado el Valencia se estaría clasificando inmediatamente a la Liga de Campeones, mientras que el Levante debe de conformarse con luchar la UEFA”.
Continuaba el horario de la siesta aunque se conformase con palpitar el horario de la merienda.
Arrastró su pesado cuerpo alrededor de la mesa, colocó la pava en el fuego mientras tomaba una pequeña tasa vacía y un saquito de té de tilo (lejos de tranquilizarlo, le traía a la memoria sus tardes en familia con sus retrógrados padres y su difunta mujer). Volvió a acomodar el almohadón en la silla, y despotricó por la necesidad de hacerlo cada vez que se sentaba. Inmediatamente apagó la televisión con un ágil movimiento de muñeca sobre el control remoto. Miró desde arriba la tasa con el té casi transparente y cerró sus ojos para rellenarse de recuerdos.
Suspiró profundo y el vapor recorrió todos sus pulmones. Encontró la pena del sentimiento de aquel que todo lo sabe. Levantó la tasa al aire sin remordimiento, y como hacía más de 80 años, volvió a quemarse la lengua.

domingo, 3 de febrero de 2013

— No... ya sé lo que usted cree... pero escúcheme... yo no estoy loco. Hay una verdad, sí... y es que yo sé que siempre la vida va a ser extraordinariamente linda para mí. No sé si la gente sentirá la fuerza de la vida como la siento yo, pero en mí hay una alegría, una especie de inconsciencia llena de alegría.  (...) Lo que hay, es que esas cosas uno no se las puede decir a la gente. Lo tomarían por loco. Y yo me digo: ¿qué hago de esta vida que hay en mí? Y me gustaría darla... regalarla... acercarme a las personas y decirles: ¡Ustedes tienen que ser alegres!, ¿saben?, tienen que jugar a los piratas... hacer ciudades de mármol... reírse... tirar fuegos artificiales. 


El Juguete Rabioso, Roberto Arlt

lunes, 28 de enero de 2013

Planeador

Se despliega en la elegancia del celeste cielo de un entrado verano el reflejo de un pequeño cometa. Azul y blanco, en forma de "V", con pequeñas solapas de tela que fluyen en sus vértices.
A través de dos largas cuerdas la inmortalidad de un niño que sostiene en cada mano un manillar de madera. El viento sopla constante y caliente del norte mientras el sol cae con gran velocidad. Aunque ésto poco le importa al piloto. Debajo de la sombra del artefacto en vuelo, el mundo: miles de personas arrastrando un pasado, intranquilas; pisadas en la arena de decenas de seres con infinidades de ideas y oportunidades.
El cometa mantiene su vuelo guiado por el par de ojos repletos de concentración. Los pies destruyen un montículo y se clavan en la arena como anclas. Por hoy, nada se interpone entre las pequeñas manos y la eternidad.
La maniobra de funcionamiento parece tan simple como esa sonrisa infantil y su flequillo en movimiento. Si tiro con firmeza del piolín en mi brazo derecho, el giro del planeador será con violencia hacia ese lado. Lo mismo sucede con mi otro brazo. Si torpemente pierde altura alzo ambas manos separadas y tiro para evitar que toque el suelo. El roce con la arena lo tumbaría inmediatamente.
La ecuación es muy básica y parece un juego de niños. Lo es. Como salvación de cualquier ser humano, este sentido común en la mecánica jugaría un papel fundamental, pero para ese niño feliz, el vuelo del cometa se convertirá en un proyecto de prueba y error. Importantísimo. Incomparable. Y si éste cae al suelo siempre habrá alguien dispuesto a ayudarlo con esperanza y palabras de aliento.
Para el adulto, el sentido común de esa práctica lo llevará hacia otro extremo. Se cubrirá de terror y espanto ante del crujido de algún problema nuevo. LLorará desconsolado y perderá el rumbo del instante.
Y entonces solo aparece un miedo, también en el nene: la hora de irse.