miércoles, 22 de septiembre de 2010

Sentadito en el limbo .

Cuando uno respira paz, el mundo alrededor inspira confianza.
Pasos lentos intensifican tus sueños, tu tranquildad.
Como de costumbre los minutos corren hacia el abismo; pierden la vida mientras tu mente, ingeniosa, se las arregla para esquivar problemas.
Allí, perdido en el horizonte desaparece un viejo sol que sede su lugar a la oscuridad. Pero hoy, hoy no tienes miedo de aquellos viejos fantasmas.
Pesadillas viajen a tu lado sin siquiera mirarte.
Hoy ha parado de llover, y sientes por fín no podrán tocarte.
Hoy mirás al futuro con los ojos llenos magia.

Hoy, tranquilo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Here am I. Who while away the mornings. Since you've gone. Too long have I lay alone. Not knowing which way to turn.

And there you are. Quite sure that you were right. Knowing full well. That I'd be the first one. To go down.

And you'd be the one who was laughing. Except when things weren't going your way. And then the lady would say that she'd had enough. Wandering around on her own.

The day you left. Well I think you knew you'd not be back. Well at least it would seem that way. Because you never said goodbye. But when it comes round to you and me. I'm sure it will work out alright.

And you'd be the one who was laughing. And giving me something I don't need. And you know, I'd always hold you and keep you warm.
Oh! more fool me.


More Fool Me, Genesis

domingo, 12 de septiembre de 2010

Eternizar .

La lluvia cesó y el radiante sol nos devolvió el brillo del crecido césped verde.
Las olas estrellan una a una contra grandes paredones dejando a su paso esta desordenada tarde celeste.
A lo lejos, una vela blanca me anuncia la llegada de un amor; un pájaro, una canción, un instante, todo me recuerda a ti.
Otra tarde para soñar y festejar que el frío sucumbió ante la risa de un niño, y, crecer, como aquellos enormes árboles que asoman, lejanos, respetándose el uno al otro, renaciendo.
Sentimientos de esperanza. Necesidad de amarte.
Deseo recostarme en tus piernas eternizar este momento inolvidable, esa imagen única; ser tu brisa, el farol que ilumine en tus naufragios.
Tenerte en mi dulce memoria, guardarte en mis soledades, observarte en mis silencios, amarte como supiste enseñarme.
Entender que extrañarte me recuerda que aún sigo felizmente vivo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Nada y Todo. Todo y Nada

Confuso sentimiento de conformidad y extraña pena de incertidumbre.
El sólo hecho de encontrarse satisfecho conllevo nuevas metas, nuevos propósitos de vida. Así, el temporal sentimiento de haber llegado a destino se corrompe, dando paso a la necesidad de iniciar un nuevo camino.
A veces, ocurre de distinta manera y uno esconde su visión repleta de defectos ante la insostenible certeza de que en otro aspecto de su vida goza de inigualable perfección.
En el amor, a su vez, ocurre algo similar. La intensidad que el amante genera, nos da la absoluta convicción de tener TODO, aunque éste sea un completamente abstracto e inseguro, cegado a aquella otra personalidad u oscuro sentimiento que la persona a nuestra lado oculta; nos deja expuestos, en instantes, a una frase, un gesto que golpea con dureza contra esta difusa sensación.



Todo era tan frágil, tan transitorio. Escribir al menos para eso, eternizar algo pasajero. Un amor, acaso. (...) Pero, ¿qué, de todo aquello? ¿Cómo? Qué arduo era todo, qué vidriosamente desesperado.
Además no sólo era eso, no únicamente se trataba de eternizar, sino de indagar, de escarbar el corazón humano, de examinar los repliegues más ocultos de nuestra condición.
Nada y todo, casi dijo en alta voz, con aquella costumbre que tenía de hablar inesperadamente en voz alta, mientras se reacomodaba sobre el murallón. Miraba hacia el cielo tormentoso y oía el rítmico golpeteo del río lateral que no corre en ninguna dirección (como los otros ríos del mundo), el río que se extiende casi inmóvil sobre cien kilómetros de ancho, como un apacible lago, y en los días de tempestuosa sudestada como un embravecido mar. Pero en ese momento, en aquel caluroso día de verano, en aquel húmedo y pesado atardecer, con la transparente bruma de Buenos Aires velando la silueta de los rascacielos contra los grandes nubarrones tormentosos de oeste, apenas rizado por una brisa distraída, su piel se estremecía apenas como por el recuerdo apagado de sus grandes tempestades; esas grandes tempestades que seguramente sueñan los mares cuando dormitan, tempestades apenas fantasmales e incorpóreas, sueños de tempestades, que sólo alcanzan a estremecer la superficie de sus aguas como se estremecen y gruñen casi imperceptiblemente los grandes mastines dormidos que sueñan con cacerías o peleas.
Nada y todo.

Fragmento de "Sobre héroes y tumbas", Ernesto Sábato