miércoles, 25 de julio de 2012

Gluc!

Después de 35 años sin vernos y de minutos sin reconocernos logró sacarme una sonrisa con un simple movimiento de mano sobre aquel antiguo muro lleno de recuerdos y un deshauceado espasmo de aire cubierto por la frase "Pica Miguel". 


Todo había quedado detrás excepto eso, un juego de niños.

lunes, 9 de julio de 2012

Acción de ser.

Imaginarse una situación de espanto en momentos críticos de tu vida sería como lanzarse al abismo de las oportunidades negadas y del silencio vengativo. Forzar al ras de lo demente el sentimiento de desconfianza que otro ser humano aterrador sentencia. Creer en el vacío de cada ruido que emerge de entre sus dientes ya no es parte de los razonamientos cotidianos.


Situados en acciones contradictorias entretener la sin razón en la esquiva de puñales  y dardos que buscan quemar tu demencia. La senil posibilidad de hallar entre bosques y barro el desahuciado motivo de verse parte de esto o aquello.


En la inoportuna batalla, un desconsiderado aburrimiento, el momento de verse rendido al ademán de la fluidez verbal que resurge entre telarañas en la oscuridad de la mente. Se aferra desesperado, apretando los párpados, a una idea socialmente aceptada del blanco por sobre la nada misma. Nada funciona. Su inhóspita sobrecarga de desinformación lo acecha como olas en un volcán de furia. No se encuentra solo, ni desnudo. Tampoco se ven enfrentando a un diablo feroz cubierto por un manto rojo.


Miles de ojos atraviesan sus recuerdos con punzantes y devastadoras armas de destrucción. El doble de zapatos golpean un suelo que vibra con otro racimo de viento intoxicado de ruido permanente. Un ruido que no significa nada, pero se acerca para dejar su huella intrépida y absorta en el inconsciente.

lunes, 2 de julio de 2012

Al pie del aire.

La imagen del pie que siente el baile estrepitoso de la marea. Una situación similar a la de un niño en una hamaca aunque no empeora en su verticalidad. Fluctúa el aire en las olas que se manifiestan de forma ordenada, dinámica, rutinaria, y se deja corromper con la misma facilidad con la que se construye. El pequeño movimiento horizontal también deja claro que la fuerza puede más, que no es solo un pie que se deja llevar.

El ritmo del vaivén de aquel líquido con poco de río y nada de sal transparenta la idea de percepción que las endorfinas distribuyen a cada dedo. La potencia del sostén queda entera en el talón que solo logra aferrarse al vacío de sentir pero no flotar. Cada pequeño punto, cada extremo percibe la cálida brisa que le quita protección pero le advierte que aún habrá más batalla.

Muy por encima, una mancha blanca decora toda la estructura y colorea una pisada agotada; el tiempo dejó sus marcas invisibles. La acción continúa y el pie solo sube para volver a caer.