miércoles, 29 de mayo de 2013

Pasaje en reposo

Sentado en su sitio, como todas aquellas largas tardes de primavera, pensando en cuestiones que no hacen más que hacerlo sentir por demás desorientado, raro, inútil. Difícil simpatizar cuando se pasa gran parte del día frente a aquel monótono computador, ajeno a todo aquello que “debe” hacer, lejos de aquello que él desea. Inconsciente o tal vez conscientemente  aunque ajeno, solo porque por formar parte de aquella realidad que no elige pero le sienta cómodo y lo obliga a mantener ocupado su mente para no caer en todas aquellos otras realidades posibles (o imposibles, según marche la jornada).
Perdido siente el rumbo de los minutos que ceden al desamparo de su mirada. Perdido también cuenta las horas, los días, los años que faltan para que todo ello cambie; temerario de enfrentar ese otro sentimiento inoportuno de incansable desgano, intranquila desolación, aburrida tristeza. El mate otro fiel compañero, la yerba que de tanto en tanto necesita una renovación (como el espíritu, piensa entre suspiro y cebada), la radio encendida con voces que no buscan entenderlo, y algunos compañeros que aunque intenten, siguen y seguirán siendo muy diferente a él.
Soñador, con ansias de sabiduría, inexperto con las mujeres, torpe al orar entre amigos, sin duda un espécimen de los millones que rondan el esférico. Por mucho que intente sentirse especial sabe que, por cuanto tantos han intentado, son pocos los que han triunfado. De buena o mala manera, rememora a aquella gente que aparece en la televisión acusando extraños de inoperantes con fundamentes nulos y caen en el abismo ante la falta absoluta de ideas y a aquellos que por el sólo hecho de figurar caen en lo más burdo de su ser y se desnuda frente a morbosos espectadores que se alegrarán ante sus lagrimales y buscaran satisfacer su cuota mensual de “al menos no me pasa lo que a este” (siempre despectivamente, claro está). Y ni hablar de los políticos, esa jauría que admira pero no llega a entender; esa psicodelia de hombres excusados en un cambio por aquello que dicen creer y solo continúan la lucha por acrecentar su poder, dejando a un lado razones, sentimientos, pasiones mismas por llegar a ser algo antes de viejos. Escoltados bajo un tren de dinero, solo ven estaciones repletas de carroña, de intereses y personas aún más temibles que el peor villano de Hollywood. 
Acostumbrado, admira en si esa facilidad que tiene para irse por las ramas, tanto como la simplicidad que tiene para, oculto bajo una especie de falsa humildad, amar de si más de lo que odia y no entender cómo pocos lo hacen.
Incómodo advierte que es repudiado, compadecido o querido por grandes cantidades. No es fácil ser una buena persona estos días: callar para no continuar con una discusión absurda, pedir perdón cuando crees que aún estás correcto, sentir tristeza por esa gente a tu lado que no goza de lo misma que uno, no diferenciar a las personas por su aura materialista (un tema que busca la guerra en repetidas ocasiones).
Cansado de pequeños fracasos que su mente opta por amplificador al punto de ser aterradores como la muerte o el hambre, o disminuir y ceder ante un paso ínfimo. Son esas primeras ocasiones en las que ve una mancha negra que recorre su cuello lentamente implantándole desgarradoras ganas de no sentir más, desciende por su espalda hasta sus extremidades impidiendo su movimiento y allí reposa, horas y horas, acechando a cualquier ser que atraviese su rumbo, acosando a sus propias convicciones, atacando cada duda en su interior, cada inútil esfuerzo, cada síndrome de macabra soledad, cada palabra.
A medida que las horas pasan entiende a la sociedad de manera diferente, por ahora es el turno de la comparación con una hamaca. Considera que la misma fuerza  con la que uno lo logra ascender, en algún aspecto, es la misma con la que caerá nuevamente. Que el ciclo perfecto es absurdo y pernicioso, el mismo envión que logra llevarte hacia la cima toma tus piernas de manera despiadada y arroja tu cuerpo otra vez hacia abajo para volver a subir. Son muchos los que, a lo largo de la vida logran mantener esa fuerza y  superar la altura alcanzada pasada  la caída anterior. Sabe que son otros que apenas si pueden mantener la hamaca en movimiento, y ve que son pocos los que esperan el gran envión para saltar de aquella carcelaria hamaca hacia un destino incierto, lejos de mucho a lo que se han acostumbrado, y cerca de un porvenir que puede resultar el peor Jaque Mate de sus vidas.
Se burla de los libros de auto ayuda y de los psicólogos, aunque no deja de fraternizarse con cualquier simple melodía que cruce sus oídos. La analiza, la siente, vibra, la vierte en un sinfín de posibilidades hasta encontrarle su punto más delicado. Imagina los motivos del artista, las compara con sus experiencias de vida, sus fantasías y decadencias. Motiva miles de imágenes mentales de amigos, fronteras, posibilidades. Experimenta lo profundo del silencio y lo magnífico de cada instrumento. Prácticamente, la música es lo que le permite sobrellevar la rutina maliciosa en la que solo se ha metido y ha quedado atrapado. Añora ese momento de paz en que, entre sonidos disfruta un hermoso gran sol, algunas nubes y un mundo redondo que continúa girando: con o sin él, pero continua girando.
Al hablar de la vertiente de pensamientos, recae sobre su espalda el valor que posee cada pregunta que realiza. La escupe ante ajenos que en ocasiones se aburren de escuchar su voz cubierta de otra duda (probablemente obvia o probablemente no). Se enfrenta a la posibilidad de recibir una respuesta emocionante que le otorgue dulzura a un día que quizás no tenga mucho más para enseñarle. De esa manera, cree que al haber aprendido una palabra, una frase o una idea que, puede hasta no considerarla correcta, pero la siente suya: parte de lo que no piensa pero entiende. Entiende por analítico, entiende por rebuscado, entiende por haber intentado escuchar, entiende porque le permitirá seguir pensando por muchas más horas allí, sentado en su sitio.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Amor a la sabiduría

Tú lograste encontrar la sintonía y reacomodar tus prioridades. Al Atravesar los peldaños de la incontinencia desterraste remordimientos.
Ese extraño ser que revienta contra su inestable imaginación supo desparramar tus palabras entre la almohada aún caliente. Esa inoportuna idea surgida frente a ráfagas de inspiración perdió todo su valor al contacto con tus labios y murió avergonzada al nunca haber sido.
Confundido, mi antigua alma (mis ideas, no mi dudoso espíritu) aprendió a valorar el reflejo de aquel misterioso ente que, ante el solo hecho de existir, ya formó parte de este apagado mundo de conceptos. En resonancia, además, reconoció a esa silueta destellante flotando en un manso río, la misma que barrió el polvo de tu rastro invaluable; y notó, en pleno proceso de unión de moléculas, que a pesar del constate cambió, él era yo.
Un "yo" de aquel entonces que por lejos no es el "yo" de ahora, que tampoco será el mismo que supo escribir las palabras que nunca leerás.
Esto que soy, el que desdeña dolorido la fragancia de tus dedos y continúa en la lucha por abandonar la joroba de tus confusos valores.
La unión propuesta, como la suelta amarra que te ataba a mis conocimientos, como el nihilismo de un dios agonizante, perdió su rumbo al encontrar imposible abrazar tu cuerpo de igual manera. Tal y como lo había hecho segundos atrás.
Por eso es que en el mismo papel que convertiré en cenizas divulgaré mis ambiguas palabras y transformaré para siempre los retazos de desencuentro que alguna vez luche por enseñarte. Injustificada serán esas contradicciones, tal vez, pero, privado de mi libertad mental, he perdido los verdaderos razonamientos. Buscarán las razones para convertirme en loco, castigarán mi sangre entre grandes barrotes, pero nunca encontraran estas confesiones y mucho menos lograran envenenar esto que flota en mi mente.

martes, 7 de mayo de 2013

De dudas y ensueños

Mancharé mis miedos con el goteo de las siguientes palabras que arrastraran en desacuerdo una docena de imposibilidades. En cada obsesiva frase resurgirán tus ideales para acrecentar las dificultades que me trae recordarte. He aprendido a morir bajo tus tonos deshilachados, y sobre tus sábanas aún estiradas. También conservé tus desvanes y tus inconcordancias. Una flamante noche, mientras se opaca la última estrella, determinaré las pausas que faltan para volver a enfrentarte. Esta vez, estará todo planeado como desde el primer día. Nada podría quedar librado para escupir las más intrépidas dolencias. Si bien, más de un fracaso se acumula en un baúl de olvidos, una leve sonrisa de un reflejo desconocido me confía que la melodía suena diferente. Risas de fantasmas se adhieren al sentimiento de negación y de entre miles de cerrojos que labios supieron guarecerse. Supe suspirar la eternidad de la noche, pero abracé alocados días de construcción de mentiras. Si el sol, cauteloso, aprendió a cubrir de rayas una descalza mirada; si el tinte de paredes descascaradas se cubrió del velo de una frase de esperanza; yo, ocultando una sonrisa develadora, llegaré a amanecer entre tus brazos.

lunes, 6 de mayo de 2013

Maldigo la poesía concebida como un lujo 
cultural por los neutrales 
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. 
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya