Imaginaba el camino de la hormiga. Forzosamente acarreando un peso mayor al de su propio cuerpo a través de un terreno repleto de interminables senderos, gigantes pastos verdes que se alzan en majestuosos pequeños bosques y profundos huecos en la húmeda tierra que advierten que por allí no pasará. A la intemperie de cualquier tempestad que destroce su carga o que hasta dañe alguna de sus extremidades, la fila de millones de hormigas se desplazan cumpliendo, sin más, con su arduo trabajo. A ciencia cierta, no conocen de penas ni valores y aún así son capaces de sentir sufrimiento. Ignoran su inferioridad dentro de un mundo sobrecargado de humanos -catalogados como seres superiores por mentes optimistas- y miles de otras especies que las superan en peso y tamaño. Punto a favor, tal vez no en cantidad.
Pero las grandes colonias -manada de mamíferos, bandada de pájaros, ¿y el ejército de hormigas?- cumplen con su deber con total voluntad y determinación, con dedicación y esfuerzo, sin saber siquiera si existen, sin entender los fines de armar un extenso hormiguero que abarque todo su universo; hasta el primer viento, el primer llanto de nube o idiotez humana.
A ti dejo mis cosas
Hace 8 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario